jueves, 10 de enero de 2008

Hay que casar a la niña: Una obsesión literaria



"Gracias por haber venido, caballero"... Con estas palabras de cortesía, me despedía de Espido Freire esta tarde, poco antes de comer.

A eso de la 1´15 de la tarde, la escritora nos deleitaba con una de sus cálidas charlas, plena de historias literarias, en el CEU de Elx . La conferencia, que fue seguida con gran expectación por universitarios, profesores y, como yo, admiradores de la escritora y de sus libros, abordó el tema obsesivo que existe (en gran parte de las grandes obras literarias) por casar a nuestras hijas ante la problemática de mantener su "Status" social dentro de una sociedad dominada por los hombre; desde el Cantar del Mio Cid hasta la actualidad, pasando por la Celestina, la Regenta, Jane Eyre, Cumbres borrascosas...etc.

A pesar de ser una hora bastante conflictiva (el evento finalizó a las tres menos cuarto de la tarde), todos los presentes estábamos como pegados al asiento, hubiéramos permanecido allí un hora más de haber sido necesario. Reconozco que es la primera vez que escuchaba hablar a Espido Freire, pero la experiencia ha merecido la pena. Se ve a la legua que es una mujer sencilla y humilde, aunque, como ella misma reconoció, a veces muestra su carácter como todo ser humano al que intenten incordiar. Por ejemplo: a pesar de que, como he dicho antes, era una hora intempestiva, soportó con estoicismo los halagos de las señoras que se le acercaban a fin de que les firmara uno de sus libros, en ningún momento la vi torcer el gesto o dar una muestra, aunque fuese pequeña, de que estaba cansada, y eso que nos dijo que debido a su trabajo no paraba ni un segundo. El hecho de tener que ir de un lugar a otro de España, levantarse temprano, acostarse tarde, coger un avión y luego otro, no pareció importarle y nos atendió a todos con muchísima educación. Yo mismo tuve que echar mano de mi paciencia cuando una señora mayor, de unos sesenta y tantos años, hablaba y hablaba sin cesar mientras Espido firmaba su libro y asentía con la dulzura de una institutriz. Luego llegó mi turno. Yo, que no quise ser una molestia para ella o para su agente, me limité a decirle que había sido una conferencia bastante instructiva e interesante, y entregarle un ejemplar de "Soria Moria" después de mencionar mi verdadero nombre. Ella me lo firmó con tranquilidad, segura de sí misma. Y luego me marché tras escuchar aquello de: "Gracias por haber venido, caballero".

Me quedo con sus últimas palabras, y con el libro que tan amablemente acababa de firmarme. Ella nunca sabrá que ha leído una de mis obras, la que presento al concurso literario QLVW y de la que es parte del jurado. Aunque, por otra parte, me resulta inevitable pensar que, quizás con un poco de suerte, pueda volver a hablar con ella en un futuro; sólo si el destino quiere ofrecerme esa oportunidad. Yo me conformo con que le haya gustado tanto como a mí me gusta su lectura... ¡Qué ya es bastante!

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