jueves, 3 de abril de 2008

"Los cantos de Maldoror", de Isidore Ducasse (Conde de Lautréamont)


La representativa imagen de Maldoror, ese cruel y tímido criminal, a veces vampiro que absorbe la sangre de los ángeles, niños y vírgenes, pero a veces tierno con el sentimiento, es la suma de todos los pecados del hombre, así como de sus virtudes, siempre escasas, del ser humano.
No es un libro para mentes que utilizan a menudo el racionalismo, sino más bien para las personas un tanto irracionales, que ven en el surrealismo el alma de la realidad y penetran en sus arterias convirtiendo sus pensamientos en un sueño dirigido a la crítica social. Isidore Ducasse no es un poeta al uso, sino una mente enferma, viciada por las equivocaciones del hombre, así como por el egoismo y la crueldad de una sociedad que reprime sus más oscuros deseos pero que últimamente está más viva que nunca. Me pregunto si los carniceros del nazismo bebieron de las fuentes de Ducasse, o si Ducasse, sospechando hasta donde habría de llegar el ser humano, intuyera con sus versos un inquietante futuro para la humanidad.
Me quedo con una de las frases más absurdas, pero inquietantes, de la obra:
"Con una cabeza en la mano, cuyo cráneo roía..."
Inquietante, inquietante y desalentador. Pero más vivo que nunca, Lautréamont sigue atrayendo la atención de artistas, poetas y toda clase de gente gótica y siniestra.

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